-job- Distrito de Borken. Cuando se habló a una persona de la rama textil del distrito entonces, muchas veces todo lo más recibió un encogimiento de hombros resignado. Cuando se habla a Dr. Christoph Schwemmlein en cuanto al futuro de la rama, no se tiene que esperarlo. Al contrario: Cuando el asociado de la empresa Gebr. Klöcker habla de las perspectivas futuras, tiene ojos brillandos.
Lo que se produce de hilos hoy en día, no sabría el consumidor medio en muchos casos. “Se piensa en ropa, se piensa en Asia“, dice – y justamente enumera lo cual las máquinas de tejer de todo el mundo fabrican además: tejido para hacer hormigón más estable y antisísmico, esterillas obturando vertederos, fundas cristales siendo el básico de casi cada platina electrónica, hilados de cuales se produce arterias artificiales o chalecos antibalas y tejidos sin los cuales los alas de aviones de gran capacidad serían demasiado pesados.
Lo que el consumidor medio no sabe tampoco: Todo eso se produce con la ayuda de invenciones de la empresa de Weseke en muchas veces. Casi 50 empleados en el parte de Borken sutilizan, entre otras cosas, como se puede perfectamente juntar a los hilos longitudinales y transversales en un tejido complicado – considerando una velocidad de hasta los 1.200 pasadas por minuto. Los patentes, la mayoría de los cuales decora el pared en el cuarto de reunión, documentan que los empleados Klöcker tienen talento de solucionar tal problemas. “De momento, son 137 válidos“, dice Schwemmlein.
Apenas se puede creer que los origenes de la empresa fundado desde hace unos 160 años eran producir sillas y mesas, después contrucciones de madera por telares. Después, se fabricaban lanzaderas, con las cuales se transportaba el hilo transversal de un lado al otro, antes de que terminó la “era del madera“ y empezó la cual de la mécanica hace unos 30 años. Hace unos 12 años que siguieron controles electrónicos y cuatro años por controles mecatrónicos para máquinas de tejer, conectando elementos mecánicos, eletrónicos y tales relativo a la información.
No obstante, el “salto“ de la empresa era que los titulares anteriores Franz y Heinz Klöcker deferían la dirección a Schwemmlein y Matthias Klöcker como gerentes nuevos. Lo hacían incondicionalmente, que seguramente no es habitual en empresas familiares.
“Superamos tabús“, dice Schwemmlein hoy. Pues, se amplió el departamento de desarrollo, mientras se desplazó un gran parte de la producción a Indonesia en 1995. Allá, trabajan 112 empleados en la producción entretanto – en Weseke sólo diez. El tiempo de la dislocación habría sido lo “más duro de su vida“, dice Schwemmlein hoy, pero: la decision de separarlo fue correcta también.
Entretanto, la cuota de universitarios a Klöcker en Weseke es de unos 50 %. “Nadie ya no se hace daño al pulgar“, ríe el doctor ingeniero e ingeniero profesional para la economía quien partenece a la directiva del colegio americáno Juniata College. Este colegio partenece a los 100 colegios mejores de los EEUU. También se tiene contactos bienes con otras universidades como la universidad laboral de Gelsenkirchen/Bocholt, Alemania o la universidad autónoma de Berlin, Alemania – y se cuida de personas trabajando en su diploma. Como “reclutar“ personal profesional nuevo también es parte de la filosofía de la empresa.
“Siempre hay pocos de los empleados buenos“, sabe Schwemmlein – especialmente por empresas de clase media en el campo y – todavía – por la industria textil. Pero también en todo el mundo Klöcker se esmera de estar al corriente de los desarrollos en la industria textil: Sólo 50 representantes viajantes “no hacen nada pero observar los mercados“, dice la persona de Borken. También en la metrópoli de moda europea, Milán, Gebr. Klöcker es presente con un sucursal, porque 65 % de las ventas refieren a tejidos técnicos, pero 35 % también al sector de ropa de gran valor.
Aparte de estas actividades múltiples: “Sin patentes no tendríamos ningunas oportunidades en cuanto a los textiles técnicos“, sabe Schwemmlein. Aunque un patente más o menos seguro costa entre 40.000 y 50.000 Euros – y muchas veces todavía se plagia algo. Afortunadamente, los tribunales serían más rigoristos hoy en día, dice Schwemmlein. Y: siempre son los productos buenos que se plagiaría…
Fuente: Periódico “Borkener Zeitung“ 31 de julio de 2007